Siempre he oído que la vida cambia de un día para otro. Yo diría que cambia de un segundo a otro, a través de un gesto inesperado o incluso por medio de una llamada. Dicen también aquello de que “sorpresas te la vida”. Éstas a veces pueden incluso resultar inesperadas o injustas.
Darlo todo por alguien que sacrificó todo por ti no tiene precio. Verle sufrir es todo un sacrilegio incomprendido que padezco en silencio. Y yo me pregunto: ¿quien cuidará de mi?… ¿me entiendes?
Ahora mismo tengo miedo y soy egoísta pensando en que será de mí, junto a quién estaré si la enfermedad hace acto de presencia en mí en algún momento, ya que tarde o temprano a todos nos toca. Cuando la veo a ella, sólo pienso en ella, en ayudarle, en darle todo lo que necesita y en intentar que sea lo más feliz posible. Sé que algún día llegará ese instante en que tenga que irse. Es ley de vida. Y entonces ¿estaré solo?
Todos enfermamos en algún instante a lo largo de nuestras vidas. Soy consciente de que a mí los años me pasarán factura en algún momento. Lo sé y me gustaría cómo no, que también me mimaran y me cuidaran. Cada persona es un mundo y yo he cuidado en cuerpo y alma de ella, porque soy así y me nace hacerlo. Porque es lo que más quiero en este mundo y porque es un ser que se lo merece. ¿Ahora me entiendes?. Sólo necesito que me preguntes cómo estoy. Sólo necesito oír tu voz.
Hay momentos en la vida en los que vivimos en un bucle, en un constante bucle. Felices por estudiar una carrera, bien junto a una pareja de la cual te enamoras o incluso por un trabajo que te apasiona. Puede que todo eso cambie en un instante y aparezca una llamada que con el tiempo te haga madurar. Tengo miedo a la soledad, a enfermar por cuidar y a que salgan cosas que hasta ahora son inexistentes. Una enfermedad puede aparecer repentinamente y empeorar en un chasquido. Me surge la desconfianza de dar un mal paso y caerme, a que brote la desazón o la tristeza y a que de nuevo puedan resurgir esas malas sensaciones tras haber salido del bucle.
Te sientas muchas veces con ganas de llorar esperando a que salga ese momento de la primera lágrima, sabiendo que eso ayudará. Paradójicamente acabas llorando por noticias felices que nunca esperaste recibir, por pequeñas y sencillas cosas oportunas. Y sin embargo, todo vuelve a la realidad en un chasquido. Hay quien me dice: “Tú llora que no es malo. Desahógate que eso ayuda y si no lo haces es porque no quieres”. Pero no, no es tan fácil.
Un día puede que te levantes y mires al espejo algo que no te guste, puede que veas un deterioro físico absoluto. Piensa por lo menos que tienes con un alma limpia, con la alegría de quien te dió a luz que vuelve a abrirte la puerta de su casa con un abrazo y regalarte la mejor de sus sonrisas.
Sigo teniendo desconfianza por no llegar a saber lo que pasa en la vida cuando uno enferma, desconfianza de mi propia existencia, por el respeto enorme que le tengo a la propia vida y por no saber si finalmente todo irá bien.
Tenemos que cuidar de quienes nos rodean y tratar de comprenderles. Todo tiene un por qué o un motivo. En forma de afirmación, de negativa o de pregunta abierta sin clara respuesta. Al final, somos personas y todos, de un modo u otro, buscamos nuestra felicidad. Estoy convencido que esa felicidad llegará algún día y todo silencio tendrá un motivo.
Escrito por Ishoo Budhrani
Tema muy interesante para reflexionarlo en profundidad.
¡¡Gracias por transmitirlo!!
Gracias Mª Luz por seguirnos. Un saludo.