El “muro” que separa dos realidades

En el siguiente video se puede observar el “muro” que separa dos realidades. Es un muro muy fino porque en esas dos realidades convivimos todos con total naturalidad. Los cambios son pequeños, pero muy importantes, de manera que nos reconocemos como iguales y al mismo tiempo nos intuimos diferentes. En esta ocasión quiero hablar de una de esas pequeñas diferencias, que tienen mucha importancia.

Desde los años ochenta, diferentes investigadores han estudiado la manera en que interpretamos la realidad, y se ha observado que no hacemos un análisis lógico y minucioso de los que pasa a nuestro alrededor, sino que más bien hacemos un interpretación sesgada y tendenciosa. Tali Sharot ha investigado nuestra tendencia a ser optimistas. En diversos artículos demuestra tendemos a ser optimistas en relación con nuestro futuro y la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Este sesgo se conoce como optimismo ilusorio o poco realista. Nos vemos como mejor de lo que realmente somos; creemos que nuestro futuro será mejor que nuestro presente y pasado, y con frecuencia, también pensamos que nos irá mejor que a otras personas.

En cierto modo, nos guiamos por la premisa “la banca siempre gana”. Pase lo que pase, procuramos no perjudicar nuestra autoestima. Este sesgo optimista es coherente con nuestra tendencia a explicar las causas de nuestro comportamiento. En general, cuando nos equivocamos tendemos a culpar a la situación o a un tercero, y cuando tenemos éxito, creemos que ha sido gracias a nuestras capacidades. Recordamos lo que hacemos bien, y encontramos todo tipo de excusas para nuestros errores.

En 1980, Weinstein ya demostró que esta “miopía” para las cosas malas (sabemos que existen, pero les pasan a otros), se da en la mayoría de las personas, y también observó que es un sesgo positivo. Las personas más optimistas y en gran parte, menos realistas, son también más felices, y, al contrario, aquellas personas más realistas y pesimistas tienen más probabilidad de deprimirse. Sin duda, la manera en que nos vemos a nosotros mismos y nuestro futuro, va a influir sobre nuestro estado de ánimo. Nuestra visión optimista del futuro es una zanahoria que nos motiva a seguir adelante y mirar al porvenir con buenos ojos.

Evidentemente, este sesgo optimista respecto a que es poco probable que nos pasen cosas malas, también tiene su parte negativa. Así, podemos tomar riesgos porque “calculamos” que no nos va a pasar nada. A pesar de todo, esta “ilusión” es todo un regalo de nuestra mente. Podemos pensar en las cosas malas, pero no nos inquietan. Ahora bien, eso puede ser diferente para aquellas personas que hayan vivido algunos eventos negativos. Se puede decir que dejamos de ser ciegos a algunos sucesos cuando sentimos la posibilidad de que sucedan. Esto ocurre con frecuencia cuando esas “cosas malas” nos pasan a nosotros.

La vivencia del cáncer hace sentir más vulnerables a muchas personas, incluso a quienes se sienten afortunados por haber a esta enfermedad. De vez en cuando sienten que ya no son ciegos a la posibilidad de que pase algo malo, que todo cambie en poco tiempo, y entonces tienen uno de esos “malos ratos”, una de esas “malas mañanas”. Después, el día a día se impone y les libera de esta angustia. Por ejemplo, el hijo llega del colegio y dice que, para dentro de una semana, tiene que ir disfrazado de “galleta maría”… A veces nuestra vida cotidiana tiene una enorme capacidad de distraernos de nuestros problemas. El crecimiento personal convive con las preocupaciones. Al otro lado del “muro” que separa dos realidades, se valoran más las cosas sencillas, cambian las prioridades y se aprecia más a las personas que tienes cerca.

De forma general, mientras vivimos, no pensamos en la muerte, ni para bien ni para mal. Sencillamente, no lo hacemos. Por eso no nos paraliza, ni nos hace reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia, pero tampoco nos ayuda a ser mejores ni disfrutar más de la vida. De este modo, seguimos planteándonos proyectos, con una visión optimista de la vida y el futuro. La pregunta es, ¿qué pasa cuando tomamos la pastilla roja que elige Neox en Matrix? Algunos estudios indican que muchas personas crecen personalmente porque cambian su forma de ver la vida. Como decía Dolly Parton, “si quieres el arco iris, tienes que aguantar la lluvia”. De alguna manera, agradecen haber dejado de ser “ciegos” porque ahora valoran otras cosas. Entonces, ¿no sufren? Claro que sí, y eso les recuerda que están bien. Después de una larga travesía por su propio desierto, reconocen que su vida ha cambiado, pero eso no significa que sea peor. Sólo diferente, quizá algo más consciente.

Todos somos iguales. El muro que nos separa es muy sutil pero no se puede saltar fácilmente. Cuando se hace, es sólo por unos momentos, y sólo ocurre cuando podemos sentir sus sentimientos.

 

Post de Basilio López Orozco

 

2019-06-24T14:09:55+00:00 24 junio 2019|Historias|

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2 Comentarios

  1. M.Jesus Garcia junio 25, 2019 en 7:53 am - Responder

    Verdaderamente, que realidad tan sumamente clara.
    Gracias por vuestros testimonios.

    • proyectohoncor proyectohoncor julio 15, 2019 en 9:04 am - Responder

      Gracias Maria Jesús. Un saludo.

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